Intemperie — Jesús Carrasco

IntemperieUna de las novedades literarias españolas que más dio que hablar en el 2013 fue Intemperie, la ópera prima de un joven escritor, Jesús Carrasco. Ha recibido muy buenas críticas incluso en el panorama internacional y ha sido traducida a trece idiomas al mismo tiempo que fue publicada en España. Mi primera reacción ante tanta atención ha sido la de la desconfianza. Cuando un libro se anuncia a bombo y platillo y recibe tanto brillo por parte de los críticos y de la opinión pública, no puedo menos que sentir un retortijón de estómago producido por mi fobia a los best-seller. Sin embargo, la dejé como una opción, por eso de que cuando el río suena, agua lleva y por mi propósito de prestar más atención a las voces literarias españolas que tengo un poco olvidadas.

Observó las manos del pastor, hinchadas por los golpes, y, aunque no podía verle bien la cara, recordó sus ojos inflamados y también los zarpazos de la fusta sobre su espalda con sus triángulos finales. Entendió que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria. Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad. La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror.

Lo primero que se puede destacar de la obra es su total falta de contextualización tanto temporal como espacial. Obviamente, para el lector español es fácil ubicar el relato en los grandes llanos de la meseta en un tiempo posterior a la Guerra Civil, pero que aún no ha despertado a la modernidad. Un niño, de unos 10 años, permanece escondido mientras el alguacil, el maestro y otros aparceros de su pueblo lo buscan. Nada más que esto es el arranque de la historia. Muy sencillo y sin pretensiones, pero llama la atención esa simplicidad del planteamiento y la falta de otros protagonistas o personajes que aporten otros puntos de vista.

El lector no puede menos que preguntarse las causas de la huida del pequeño, pero no se desvelarán las razones hasta el final de la obra. Sin embargo, Jesús Carrasco despliega un juego de sugestiones que permiten intuir el por qué del miedo del protagonista a volver a la teórica seguridad de un hogar al amparo de las difíciles condiciones de vida en un entorno seco, árido y que sufre los azotes de una larga sequía donde la vida es imposible. El rumbo del niño es desconocido, su propósito es el de escapar. En su huida se encontrará con un cabrero que recorre la meseta en busca de los pocos rastrojos que hay para alimentar a su pequeño rebaño. Y esa relación, la única que hay, es el salvavidas del muchacho. El cabrero también huye del alguacil, por causas que no se llegarán a desvelar, pero arriesgará su vida por la del niño, aunque sin una vocación de héroe y sin artificios.

La supervivencia, la dureza del entorno, la violencia de algunas personas de las que hay que huir con miedo, son temas todos que subyacen en la novela. Es una historia redonda, en la que el niño empieza solo y continúa solo. Madurando a fuerza de golpes y maltratos, se puede leer también como una novela de crecimiento, aunque lo que más destaca es que en ella no hay lugar para la esperanza, aunque no se puede decir que tenga un final triste. Y todo se presenta mediante un lenguaje preciso, sin artificios, diríase árido, casi perfecto. Acompaña totalmente al contenido del relato y permite imaginar perfectamente los espacios por los que van pasando el niño y el cabrero. Pero a mí me ha chocado tanta perfección, hasta el punto que se me hizo peculiar leer una obra que podríamos calificar como llana, dura y árida. La ausencia casi total de diálogos y la falta de expresión de sentimientos convierten Intemperie en uno de esos libros duros, que requieren una atención permanente por parte del lector. La pluma de Carrasco es pródiga en descripciones repletas de terminología campesina, de vida al aire libre, muy castiza y manchega.

No es una historia original, ciertamente, y recuerda a obras como La Carretera, por lo descarnado de la historia y por la soledad y dignidad de los personajes que no tienen otro remedio que caminar hacia adelante sin rumbo y sin esperanzas. Pero en Intemperie no hay cataclismos, ni apocalipsis que empuje a los personajes a la llanura, sino que es dura precisamente porque es totalmente realista. No me ha encantado, aunque sí me ha sorprendido la madurez y seriedad de la prosa de Jesús Carrasco. Eché de menos algún atisbo de sentimiento y emoción de los personajes que desvelasen su forma de hacer frente a condiciones tan duras, pero entiendo que ese no era el propósito de Intemperie, que se presenta como tal, como una obra que habla de una vida al raso. También he de decir que no es una novela para cualquier lector. No solo por la temática, sino por la prosa tan árida de la que hace gala en su primera obra. Algunos ya se han arriesgado a calificarla como obra maestra y como clásico contemporáneo. Yo no aventuro tanto, pero sí que es un soplo de aire fresco en un panorama narrativo que parecía atascado.

Se preguntó si sería capaz de perdonar en esas circunstancias. Si, habiendo atravesado el gélido polo, los bosques umbríos y otros desiertos, ardería en él todavía la llama que le había quemado por dentro. Quizá el desamparo que le había expulsado del hogar que Dios designó para él ya se habría disipado para entonces. Puede que la distancia, el tiempo y el roce incesante con la tierra limaran sus asperezas y lo calmaran.

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