La escuela de la carne – Yukio Mishima

imgres.jpgNo sé qué tiene la literatura nipona que siempre logra sorprenderme. Quizá se deba en parte a esos estereotipos contra los que la literatura nos ayuda tanto a luchar, pero tiendo a relacionar Japón con caracteres velados, elegantes, con una tradición puritana y arraigada en fuertes valores que para los occidentales son difíciles de entender. Y, de repente, cae en mis manos  un libro como este y, de nuevo, todos mis clichés se van por el sumidero y tengo que enfrentarme a la lectura con la mente mucho más abierta que lo que creía tener.

La escuela de la carne es un libro moderno, tremendamente moderno si tenemos en cuenta que se publicó en el año 1964 en Japón. Mishima fue acusado en su momento por ser rompedor, incluso demasiado, con una sensibilidad demasiado occidental. Sí, algo de todo esto hay en esta historia, pero no hay que dejarse apabullar por estas consideraciones y ser más conscientes para dejarse embelesar por lo que nos transmite. Es en la capacidad para transmitir sensaciones donde es más palpable, para mí, la exquisitez de las plumas niponas y Mishima lo hace con una fuerza casi salvaje, como si quisiese rasgar con palabras todo lo que entiende del amor, la vida, la muerte, el deseo, todas caras de una misma moneda que puede destruir al ser humano, incluso al más preparado para no dejarse vencer por el poder destructivo del deseo y la pasión.

Las mujeres divorciadas dan la impresión de relacionarse de forma natural entre ellas. Ni Taeko Asano ni su grupito de amigas eran la excepción.

Aunque en el Japón de comienzo de los años sesenta, a diferencia de lo que ocurría por entonces en Estados Unidos y otros países, la situación de una divorciada no permitía que abundasen entre ellas esas que pudieran llamarse advenedizas del divorcio, lo cierto es que las tres mujeres que formaban parte de ese grupo llevaban una vida libre y, a los ojos de la gente, bastante entretenida.

Taeko es la protagonista de esta historia. Una mujer madura, divorciada, dueña de su vida y su destino, un espíritu libre en un Japón que lucha entre la modernidad y la tradición. Una mujer consciente de su sexualidad, capaz de llevar el juego de la seducción hasta donde ella quiera, pero siempre tras una capa de elegancia y cumplimiento con las normas sociales, una forma de disfrutar de la vida sin renunciar al estatus que tanto ha luchado por conseguir. Llevada por una insatisfacción a la que no logra poner nombre, comienza un juego de seducción con un jovencísimo barman de una local gay llamado Senkitchi. Taeko cae en la red que ella misma teje cuando es incapaz de controlar los sentimientos por el joven y cuando este desvela su ambición y perversidad a medida que avanza la relación. Y así, la mujer que maneja el juego del amor con frivolidad acaba por ser arrastrada por un sentimiento que es incapaz de manejar.

Taeko es una fuerza de la naturaleza que se libra del corsé de los códigos sociales que exige su posición disfrutando de una vida sexual sin compromisos y complicaciones hasta que cae fulminada por un espíritu más mezquino que el suyo y en parte más liberado, alguien que está dispuesto a las bajezas más miserables (aquellas que para Taeko, por tradición y aprendizaje son imposibles incluso de imaginar) por conseguir todo aquello que su ambición le permite soñar. Taeko parece caer prendada precisamente por esa personalidad, más libre, sin anclajes, más cruel también, pero que parece irremisiblemente ganadora en esa lucha que empieza con la primera mirada que cruza con Senkitchi.

Yukio Mishima tiene uno de esos estilos que no deslumbran por una forma de narrar preciosista, sino que es en el fondo del texto donde se nota más el magnetismo de su narración. Taeko se va descubriendo a sí misma como una mujer dependiente, necesitada de amor y afecto por el objeto de sus atenciones, una mujer lúcida que va cayendo en una red de mentiras y cuyos sentimientos fluyen en la novela como gotas, desvelando la complejidad de carácter del personaje.

La escuela de la carne (un título de lo más acertado para esta novela) es una historia pasional, que arrastra al lector a través de sentimientos complejos. Mishima nos expone un Japón menos conservador, más moderno, abriendo pequeñas fracturas en la tradición con una temática rompedora, que le da protagonismo a la mujer y que se ríe, sin demasiados tapujos, de los convencionalismos y códigos sociales.

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