Canciones de amor a quemarropa – Nickolas Butler

imgres.jpgUna historia sobre la amistad, la lealtad, el sentido de pertenencia, el amor entre personas con un origen común y vidas que han transcurrido por caminos diferentes, con los sentimientos a flor de piel. Canciones de amor a quemarropa (2014) es una novela que se paladea y que deja esa sensación de vitalidad y de «buenrrollismo» que muy pocas logran alcanzar en un panorama literario que se valora a veces más por lo reaccionario de la prosa. Si nos dejamos llevar por el título parece esta una novela de contenido romántico y algunos incluso no se permitirán acercarse a ella por esa aura ñoña y cursi que parece transmitir, pero nada más lejos de la realidad. Sí es verdad que esta historia nos habla del amor, pero de ese tan difícil de explicar y que no suele ser protagonista: el amor entre amigos. Hay que tener mucho valor como autor para hablar de la amistad sin tapujos, con honestidad y sinceridad, sin miedo a ser considerado blando o melifluo.

Canciones de amor a quemarropa es la historia de la relación entre un grupo de personas que han crecido en una pequeña comunidad de Wisconsin. Henry, Lee, Kip y Ronny se conocen desde siempre y aunque sus vidas en la treintena difieren más de lo que se parecen, todos coinciden en considerar su amistad como eje central de sus vidas. Henry se quedó en el pueblo y se casó con su primera novia, Beth; Ronny se convirtió en un famoso cowboy de rodeo, Kip en exitoso agente de bolsa y Lee en una estrella de rock de fama mundial. Ya no son jóvenes, pero siguen teniendo los mismos miedos al fracaso, la soledad, a no cumplir sus sueños como cuando eran adolescentes. Aunque siempre han mantenido contacto de forma más o menos intermitente, la novela plasma un período relativamente corto en el que los acontecimientos van a desencadenar sentimientos encontrados y viejos roces entre los cuatro.

Lee es quizá el cabeza de grupo, el artista bohemio que corrió en pos de un sueño pero que necesita volver a su hogar para mantener la cabeza sana. Adora cantar y componer, pero odia todo lo que tiene que ver con el postureo de la fama, el dinero y su faceta de estrella del rock de la que trata de desasirse. Kip es el representante perfecto de hombre que triunfa a fuerza de tesón y constancia, pero es también la personalidad más incomprendida. Su afán por destacar, por ser valorado dentro del grupo y ser visto por sus amigos como un triunfador hacen que sea de los cuatro el más vilipendiado y desplazado. Ronny, el guapo sex-symbol sufrió un accidente de coche y ahora es sobreprotegido por todos. Es más lento, pero despierta ternura y sensibilidad en todos los que le rodean, hasta que se muestra también como el más sensato. Henry es de los cuatro el que, a sus propios ojos, menos ha avanzado en la vida. Se casó con su novia de siempre y se quedó para trabajar en la granja de la familia por la que siempre está hasta las cejas de deudas. Tiene una familia, que los demás envidian, pero siente que su vida es una espiral de rutinas que lo han paralizado y que no ha sabido crecer y desarrollarse para tener un futuro exitoso.

La novela está dividida de forma que cada parte está contada por uno de los miembros del grupo. El protagonismo de la narración se desfocaliza y se multiplica, por lo que cada persona tiene la capacidad para dejar claro cómo vive y cómo se siente respecto a los demás. La amistad, que es el tema central del libro, está vista desde diferentes prismas. Todos, en mayor o menos medida, se preguntan en algún punto del recorrido si están haciendo lo correcto, si viven según las expectativas que en algún momento tuvieron. Esa relación que mantienen a pesar del tiempo, de los cambios y de la distancia es para ellos la forma que tienen de mantenerse unidos, de tener un punto de referencia que les permite entender qué les pasa. Todos envidian algo que tienen los demás y se preguntan cómo se comportarían los otros en determinadas situaciones. Pero ese ancla es también corrosiva a veces. Sus personalidades se han ido perfilando a lo largo de los años a través de la relación que mantienen con los demás y de alguna forma les ha impedido crecer de forma plena. Por miedo, porque esa amistad es puerto seguro, no han arriesgado más en sus apuestas vitales o lo han hecho conscientes de que iban a fracasar. Y se dan cuenta de que ya no pueden seguir huyendo de la vida, que hay que tomar decisiones, aunque estas los alejen de todo lo que conocen y aman y aunque esa amistad que mantienen y que para todos es un refugio, tenga que tomar otro cariz, más sano, más maduro, con menos intensidad quizá, pero igual de profundo.

Y luego está la representación del contexto o la descripción del hogar, ese lugar inhóspito y destartalado, ese pequeño pueblo que parece vivir siempre en un invierno sin fin y un verano asfixiante que es Little Wing. El vínculo con la tierra es reflejo para estos amigos una especie de fuerza que los impulsa siempre a volver a las raíces, que los mantiene pegados a la tierra, incluso a pesar de ellos mismos. Se debaten entre quedarse al amparo de lo conocido y lo atrayente, las posibilidades que les da el mundo que hay fuera y, en cambio, necesitan volver siempre a él. Un lugar al que llegar y al que llamar hogar pese al paso del tiempo y de las decepciones del mundo que tienen que afrontar. Little Wing poco o nada tiene que ofrecer a nuestros protagonistas. En algunos puntos incluso se cae a pedazos, pero es el lugar que les vio nacer y el sitio en el que siempre se sienten ellos mismos. Es su casa, en la máxima expresión de la palabra, donde valorar todo aquello que realmente importa: los amigos, la familia, la libertad y es parte de un pasado compartido que ha dado forma a la historia que comparten y que, quizá por ello, les cuesta tanto dejar atrás. No es sólo un sitio físico, es algo más, algo diferente para cada uno.

Canciones de amor a quemarropa es una lectura ligera, con ritmo (mérito en parte de esa forma a través de diferentes voces que le ha dado Nickolas Butler), pero es también una historia bien construida, que habla de sentimientos sin ser cargante ni introspectiva, sino que los pone sobre la mesa de forma sencilla, entendible por todos. Y, como dije antes, con un tema que deja una sensación de vitalidad en el lector. No, no es la obra maestra del siglo, pero para qué. Es una obra sencilla, que llega directa y fácilmente al corazón, porque, y no viene al caso negarse a reconocerlo, a veces a todos nos gusta escuchar una canción de amor a quemarropa.

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