La niña Ícaro – Helen Oyeyemi

Cada día era algo diferente. Pero sobre todo, cuando Jess no quería decir lo que pensaba en clase, Colleen creía que Jess lo hacía a propósito, para hacerse de rogar, pero ¿cómo podía Jess explicar de manera coherente que estaba asustada? Cuando dejas que los demás sepan lo que piensas, fin, está muerta. Empiezan a merodear por tu mente, te sacan cosas, las ponen a la luz y luego las matan, sí, las matan, porque se supone que los pensamientos deben guardarse y desarrollarse en lugares tranquilos y oscuros, como las mariposas dentro de los capullos.

imgres.jpgLa niña ícaro (2005) ha sido una de las primeras sorpresas lectoras que me ha deparado este año tras mis incursiones en la biblioteca. Ya tengo comentado que me gusta andar entre estanterías y dejarme llevar para elegir un libro nada más que por lo que me dice de él un título. Ante esta elección tengo un sentimiento encontrado: La niña Ícaro es una novela llena de magia y de misterio, pero es también una historia triste y estremecedora.

Jess es una niña de 8 años con una forma de ser muy particular. De madre nigeriana y de padre inglés, tiene una personalidad huidiza y madura para su edad. Es una niña sensible, tímida, con una imaginación desbordante, pero incomprendida. Incapaz de comportarse como sus padres y su entorno esperan de ella, se sumerge en sí misma convirtiéndose en una persona solitaria. Los demás niños de su edad y sus profesores le tienen un miedo irracional al no entender las reacciones de Jess. La llaman histérica, malcriada, infantil, sin entender sus miedos, su timidez que raya en lo patológico. Se siente abrumada cuando es el centro de atención y busca escaparse a un mundo más sencillo e imaginario para sentirse segura y protegida.

Tras un viaje a Nigeria para conocer sus raíces africanas y compartir momentos con su familia materna, la vida de Jess da un vuelco al conocer y empezar a tratar a una niña de la aldea a la que va a llamar TillyTilly y que se convertirá de repente en la amiga anhelada que nunca pudo encontrar en Inglaterra. Con ella compartirá travesuras y miedos, aunque parece que Jess no necesita verbalizar nada de lo que siente. TillyTilly parece conocer todos sus secretos, incluso aquellos que no es capaz de identificar. Y lo más raro de todo es que cuando se terminan las vacaciones, la pequeña la sigue a su casa. Poco a poco, y ante su propio desconcierto, Jess empieza a darse cuenta de que su amiga parece un poco rara y que aparece en los momentos más insospechados para «castigar» a las personas que la hacen sentir triste o incomprendida. Pero Jess no está loca, siente la presencia de su amiga y es incapaz de hacerla desaparecer. El miedo por ella y por las personas que quiere ante las reacciones de TillyTilly va a ir adueñándose de ella hasta que ya no sea capaz de distinguir entre sus reacciones y las de la otra.

Helen Oyeyemi escribió esta hermosa y demoledora historia en su último año de instituto. Y no sé si será por su juventud, pero me ha sorprendido el estilo tan crudo del que hace gala, que deja al desnudo las emociones de Jess. Al principio decía de La niña Ícaro que es una novela mágica y es que hay muchas partes que están tratadas con elementos sobrenaturales, pero estos no resultan inverosímiles o ficticios. Si los escritores latinoamericanos nos tienen acostumbrados a jugar con este tipo de recursos para hablarnos de las particularidades de las sociedades que los han visto nacer desde la luminosidad de los ritos mágicos propios de su cultura, Oyeyemi va un paso más allá y nos ofrece una visión más cruel, más terrorífica y visceral en la que se perciben claramente influencias de la cultura africana que Jess no comprende y que su madre nunca ha sentido la necesidad de explicarle. Pero, sin saber por qué, la niña tiene una sensibilidad especial y una imaginación portentosa con la que intentará racionalizar lo que no comprende de su mundo y de su comportamiento.

No nos imaginamos que el mundo infantil pueda ser tan intenso y tan duro. Tendemos a minimizar el mundo del niño y a ridiculizarlo incluso, desprestigiando sus preocupaciones y sus miedos como meras fases que han de superar con disciplina y educación. Jess sabe en todo momento qué esperan de ella sus padres y sus profesores y, pese a lo que siente, al miedo que la invade, intenta adecuar sus reacciones y sus contestaciones a lo que ellos quieren. La niña Ícaro nos presenta la otra cara del mundo infantil, tan lleno de retos, de inseguridades y de problemas como el de los adultos. Y lo hace nada más y nada menos que a través de la creación de un alter ego cuya personalidad es totalmente contraria a la de la protagonista. Sin embargo, no quiero reducir y encasillar la novela de una manera tan categórica. Es una historia que da mucho más de sí, que nos presenta el mundo de Jess desde su mirada sin infantilizarla, con los razonamientos que una niña intentaría darle a lo que le sucede, a su necesidad de ser escuchada y comprendida. Quizá se invente la figura de TillyTilly, quizá sea una parte de sí misma que no conoce o simplemente sienta la necesidad de buscar a una persona que actúe cuando ella se siente paralizada, pero Jess es una persona que intenta encontrar su lugar en el mundo, que intenta entenderlo y entenderse y que no quiere que su vida esté limitada y marcada por una presencia que le da miedo aunque no sea capaz tampoco de renunciar a ella.

Al terminar La niña Ícaro me quedan ganas de seguirle la pista a Helen Oyeyemi. Creo que ha creado una primera historia redonda, madura e intensa, que está escrita con imaginación. Al igual que a Ícaro, la inocencia de Jess y su deseo de libertad pueden jugarle una mala pasada, pero crecer también supone saber qué es real y qué no aunque eso signifique tener que renunciar a una parte de ella misma.

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